BUENOS TRATOS EN LA INFANCIA

BUENOS TRATOS EN LA INFANCIA

Los buenos tratos a los niños aseguran el buen desarrollo y el bienestar infantil. Crecer en un entorno de amor, de afecto y de buenos tratos es la forma más segura y eficaz de lograr el bienestar físico, psicológico y social de todos los niñ@s (Barudy, 2005).

El informe de la convención sobre los derechos de los niñ@s de las Naciones Unidas, reconoce a la familia como el medio fundamental para el desarrollo integral de todos los niñ@s. El punto de partida de los buenos tratos lo tienen los papás, los cuales deben responder ante las necesidades infantiles de cuidado, protección, educación, respeto, empatía y apego y dar unos buenos tratos. Para lograr ese bienestar en los niñ@s, hay que pasar por un proceso social complejo, en el que actúan cuatro factores:

Primero aparecen “los recursos parentales o marentales”.

Con esto el autor se quiere referir a que los papás deben disponer de recursos para dar unos buenos tratos y brindar una protección a sus hij@s para cubrir sus necesidades, sin embargo, cuando el contexto donde viven se torna peligroso, el esfuerzo que deben de hacer para ofrecer este resguardo será mayor.

Para cubrir esas necesidades y lograr el bienestar de los niñ@s, los adultos poseen una serie de capacidades para los buenos tratos hacia sus hijos en los que se engloba el apego, la inteligencia emocional, la empatía, las creencias y la capacidad para utilizar los recursos comunitarios. Por otro lado, poseen también unas habilidades que tienen que ver con la flexibilidad en la adaptación de los cambios en el desarrollo de los niñ@s.

Seguidamente, para conseguir ese bienestar, los niños y las niñas también tienen una serie de necesidades.

Estas necesidades se basan en tener unos lazos afectivos seguros (relaciones afectivas con su entorno), en tener unas necesidades de aceptación, unas necesidades de reconocimiento (ser importante para el adulto dependiendo de la delegación que se le haga) Además de comprender y darle sentido al mundo en el que van a vivir.

Los niñ@s deben de ser educados bajo unas normas y valores que aseguren el respeto a los demás y que permitan la convivencia y el cumplimiento de los deberes en la propia comunidad. Para desarrollar estas potencialidades, es necesario que los niñ@s satisfagan la necesidad de comunicación (recibir información), la necesidad de consideración (ser reconocido como persona con dignidad) y la necesidad de la estructura (unas normas regidas bajo la cultura).

Satisfacer todas estas necesidades de los niñ@s constituye un reto muy grande para los papás en cualquier situación en la que se encuentren. El reto es mayor si se encuentran en situación de peligro. Incluso es peor, cuando en estas situaciones de peligro, los papás no poseen las capacidades parentales adecuadas para cubrir las necesidades de sus hij@s.

Pero a pesar de ello, en un modelo de buenos tratos, los adultos harán todo lo posible por cubrir estas necesidades aparte de las necesidades cognitivas, es decir, satisfarán las necesidades del sentir, descubrir y modificar el medio que les rodea.

También es necesaria la capacidad de resiliencia de cada una de las personas implicadas en el proceso. “La resistencia resiliente”

Por una parte, en la resiliencia parental es necesario trabajar con los papás la reconstrucción de la historia de su relación con sus hij@s, ya que muchas veces se ha quedado trastocada por trágicos sucesos. Para ello, precisamos de la ayuda de profesionales resilientes, los cuales son capaces de brindar su apoyo en:

  • Relaciones de apego sanas
  • Participar en alternativas de cambio
  • Apoyo social
  • Participar en procesos sociales (distribución de la riqueza)
  • Lucha contra la violencia infantil
  • Participar en procesos educativos (desarrollo de los derechos)
  • Promover la participación en actividades con acceso a un compromiso social y religioso

Por otro lado, los niños resilientes que han sufrido alguna situación drástica y que no tienen esos lazos afectivos por parte de ninguna otra persona y no han tenido unos buenos tratos, pueden ser apadrinados por parte de la familia extensa, por sus maestros, por animadores de los talleres, por vecinos etc. Esto quiere decir que los menores pueden encontrar a adultos que les puedan ofrecer cuidados complementarios para que esas necesidades no queden insatisfechas.

Tanto cuando hablamos de los papás como de los menores, englobamos el término resistencia resiliente, con él se reconoce el valor que han tenido éstos al haber sido capaces de transformar sus experiencias de sufrimiento en fuerzas de vida, es decir, la fuerza que han tenido para sobrellevar la vida en momentos de peligro.

Por último están “Los recursos comunitarios”.

La sociedad, debe contribuir a los buenos tratos infantiles, pero dependiendo del sufrimiento que haya soportado la familia a causa de experiencias peligrosas que les haya podido ocurrir dentro del contexto donde han vivido, puede dar lugar a perder las redes comunitarias que tengan, lo que da lugar a que los padres no puedan responder ante las necesidades de sus hij@s sin ese recurso.

En conclusión, tenemos que saber que para el completo bienestar de los niños, los padres debemos cumplir con una serie de factores para el progreso integral de la salud de los niñ@s, englobando los buenos tratos, nuestras capacidades y habilidades parentales, teniendo en cuenta las necesidades de los niñ@s, la capacidad de resiliencia de cada una de las personas implicadas en el proceso y los recursos o ayudas que podemos obtener, como en este caso los recursos comunitarios.

Existen muchos conflictos familiares debido a la mala comunicación entre padres e hij@s, el estrés o ansiedad causados por no saber sobrellevar acontecimientos peligrosos etc., puede ocasionar un impacto negativo en la salud mental de niños y niñas, tales como ansiedad, depresión, problemas de conducta y otros problemas adaptativos.

Es recomendable pedir ayuda cuando nos vemos envueltos en estos problemas y no encontramos una solución. Esta ayuda la podemos encontrar en psicólogos infantiles formados en el área de la salud y en un psicólogo familiar, en las que basarían su intervención en una terapia integral, donde el profesional es el encargado de trabajar con la familia, el menor y el medio que los rodea para solucionar los problemas y orientar a padres y madres sobre los buenos tratos a la infancia.

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